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Conocemos a Andrea Idilia González, colaboradora en la obra «En nuestras propias palabras»

¿Quién es Andrea Idilia González y cómo nace tu participación en la obra: “En nuestras propias palabras”?

Soy politóloga, egresada de la Universidad de Belgrano (Buenos Aires). Empleada de carrera de la Administración Pública en el Ministerio del Interior, cartera en donde realicé tareas en diferentes áreas, las que van desde la capacitación hasta el desarrollo de políticas públicas. Entre mis actividades destaca la organización del encuentro provincial de mujeres en Santa Cruz en el año 1998.

Asimismo, la investigación y compilación del Manual de legislación sobre Violencia contra las Mujeres, obra en la que compendié legislación específica en la materia. Obtuve tres becas para realizar posgrados en España sobre las temáticas de administración pública, gerencia para el desarrollo y derechos humanos. En la actualidad me desempeño en la Agencia territorial del Ministerio de Trabajo Empleo y Seguridad Social, en la Patagonia, a cargo del programa Qualitas 190 y pueblos originarios. Investigo y desarrollo mi tesis doctoral en historia en la Universidad Nacional del Comahue.

Mi participación en la obra surge por la invitación que me hace Mónica Di Nubila; me comenta sobre la convocatoria a mujeres de diferentes países que tuvieran algo para decir y aportar desde su posición, de manera libre y critica, sin corsés ni marcos institucionales. En mi caso, es la primera vez que participo en un proyecto de escritura colectiva a la distancia con compañeras de diferentes lugares del mundo. Acepté porque me pareció un hermoso desafío, además de enriquecedor el hecho de poder compartir experiencias con otras mujeres de diferentes orígenes, oficios y profesiones diversas, donde nuestro contacto más directo fue y es la comunicación por internet (zoom), en el que el hilo conductor es el mismo: unir nuestras voces críticas a la sociedad patriarcal, que es el sistema mundial que oprime a las mujeres de igual manera, más allá de las fronteras.

En tu aportación al libro hablas de igualdad de género y políticas públicas desde una perspectiva global y local ¿Por qué este tema?

Porque parto de la hipótesis de que las políticas aplicadas a reducir las brechas de género son insuficientes, lo que me llevó a hacer el cruce de los dos indicadores que nombro en el título: por un lado, la igualdad de género y, por el otro, las políticas públicas en el contexto local y global, encontrando que se han registrado avances, pero éstos son mínimos comparados con los esfuerzos y la cantidad de años que se necesitan para ir logrando pequeños progresos.

En el caso de Argentina, los datos demuestran que del 56% de las mujeres que integran el Poder Judicial, solo el 28% llegan a ser magistradas.

De cada 10 puestos de máxima autoridad, menos de 2 son ocupados por mujeres, relevados por el ELA (Equipo Latinoamericano de Justicia y Género).

El gobierno está conformado por 20 ministerios, de los cuales estuvieron integrados por 16 ministros hombres y 4 ministras mujeres hasta marzo de 2021, en que la Ministra de Justicia y Derechos Humanos fue reemplazada por un varón, quedando solamente 3 ministras; en porcentajes, esto demuestra que solo el 15% del gabinete está compuesto por mujeres contra un 85% de varones.

En el Poder Legislativo, de un total de 257 diputadas y diputados, 130 renovaron bancas en la elección del 2019, de las cuales 55 mujeres resultaron electas, mientras que, en la cámara de senadores, compuesta por un total de 72 bancas que se renuevan por tercios cada dos años (de acuerdo al art. 56 de la Constitución Nacional) salieron 10 y entraron 8, dos menos que en la elección del año anterior.

A esos datos, debemos sumarle el aumento del número de femicidios que quedaron registrados entre el 1° de enero y el 31 de diciembre de 2019: 259 en 2019, 302 en el 2020 y 81 registrados hasta marzo de 2021 (datos del observatorio Lucia Pérez).

¿Qué datos presenta la situación actual en cuanto a brecha salarial y techo de cristal?

La brecha salarial en promedio para las trabajadoras registradas es del 20% y en la informalidad de hasta el 35%; entre los factores que influyen de manera directa e importante –pero no determinante– es la educación, pues mientras que el 41,5% de las mujeres adultas con título universitario están desempleadas, solo el 17,2% de los hombres lo está en igual condición.

¿Y estos datos difieren mucho en función de la zona? ¿O son un resumen global?

En el caso de Argentina, la prestación de cuidados no remunerados es uno de los principales motivos por el que las mujeres están fuera de la fuerza de trabajo. El 21,7% de las mujeres realizan el trabajo de cuidados no remunerados a tiempo completo en comparación con el 1,5% de los hombres.  Se estima que hay más de 1.300.000 personas que se dedican al trabajo doméstico, de las cuales más del 98% son mujeres. Según datos del primer trimestre de 2020, ellas representan un 16% del total de ocupadas. A su vez, la mayoría de ellas tienen también a su cargo las tareas domésticas en sus hogares, de forma no remunerada y casi la mitad ejerce el rol de principal sostén económico de su hogar.

¿Cómo ha afectado la pandemia a estas cuestiones?

Los efectos de la pandemia han venido a acentuar aún más las desigualdades existentes y, en muchos casos, a retrotraer políticas y programas, como en Sudán, que tras aprobar la ley contra la mutilación genital femenina, durante la pandemia suspendió los programas de concientización debido a la emergencia del COVID-19, circunstancia que en la próxima década causaría dos millones más de casos de esta práctica y más de trece millones de matrimonios forzosos para niñas menores de 10 años.

En relación al trabajo, según a la OIT (Organización Internacional del Trabajo) la mayoría de las mujeres está ocupada en sectores mal remunerados y sin beneficios, como el trabajo doméstico: en Argentina se registró que un 70% ha sufrido algún tipo de abuso laboral durante la cuarentena, la venta ambulante y peluquerías –entre otros–, de los cuales unos doscientos millones de estos puestos se vieron afectados debido a la pandemia.

El trabajo de cuidado no remunerado y doméstico se ha triplicado por el cierre de escuelas, por el requerimiento de las personas mayores que necesitan cuidado y asistencia y por la saturación de los sistemas de salud.

A nivel mundial se calcula que 647 millones de mujeres en edad de trabajar se dedican de tiempo completo en un trabajo de cuidados no remunerado, en comparación con 41 millones de hombres que hacen lo mismo.

En cuanto a la salud sexual y reproductiva –según datos del organismo de las Naciones Unidas– en plena pandemia estimaba que, de persistir el confinamiento, se calculaba que cuarenta y siete millones de mujeres en 114 países de ingresos bajos y medios no tendrían acceso a anticonceptivos, lo que impactaría en siete millones de embarazos no deseados, además de aumentar el riesgo de hemorragias y abortos espontáneos. En nuestro país no todas las provincias garantizaron la continuidad del servicio de salud sexual y reproductivo, solo un 32% de argentinas buscan anticonceptivos en el sistema público de salud. La violencia física y sexual durante la pandemia se recrudeció: hubo 1 femicidio cada 27 horas durante los primeros 56 días de la cuarentena; 49 mujeres, niñas y trans fueron víctimas de femicidios en Argentina; 1 de cada 5 mujeres había hecho denuncias previas contra su agresor.

Entre cuarenta y sesenta millones de personas cayeron en la pobreza extrema en 2020, lo que implica vivir con menos de dos dólares al día en comparación con cifras de 2019, según estimaciones del Banco Mundial.

La OIT estimó que entre 180.000 y 340.000 puestos de trabajo se perderían en Argentina en el año de la pandemia.

Si a este antecedente le sumamos que a nivel regional de América Latina y el Caribe hay 122 mujeres por cada 100 hombres de entre 25 y 34 años viviendo en condiciones de pobreza extrema, esto evidencia que las mujeres seguimos siendo las más afectadas después de la crisis.

Los hombres también son víctimas. Con la crisis del COVID-19 muchos quedaron desempleados, hecho que, sumado a la expectativa que ejerce el propio sistema, según la cual la principal función del hombre es ser sostén económico, dejando a muchos sin trabajo y por lo tanto en situación de frustración, lo que hace que los niveles de violencia se incrementen dentro las familias, afectando a las mujeres y niñas.

¿Por qué, pese a los muchos esfuerzos que se están haciendo por erradicar estas desigualdades, no se consiguen unos resultados lo suficientemente buenos o esperanzadores?

Por un lado, porque el propio sistema lo impide: ese es el punto neurálgico de la cuestión; la desigualdad de género y la discriminación son dos de los factores fundamentales que producen la violencia contra las mujeres, asentadas históricamente en ideologías como el patriarcado y la heteronormatividad: el sistema patriarcal ha sido dañino y contraproducente para el desarrollo armónico de todos los seres del planeta.

Esto nos obliga a replantear las políticas públicas , exigir a nuestros gobernantes el destino de nuestros impuestos al desarrollo de políticas públicas con objetivos inclusivos por actividad y sector, políticas de acciones diferenciadas: incorporar el enfoque de género –perspectiva de género o la transversalización de género, como también se la suele llamar– a todos los niveles de la planificación, con diagnósticos que incluyan las iniciativas y experiencias tanto de las mujeres como de los hombres, tomando como referencia los indicadores de género, datos desagregados por sexo y edad, lo que contribuirá a planificar, medir y monitorear.

Muchas de las mujeres trabajan en el sector informal y son jefas de hogar encargadas de las tareas de cuidados y labores domésticas sin acceso al crédito ni a la tierra: pensar en programas enfocados a actividades alternativas e incentivar la práctica de la economía social como, por ejemplo, crear mutuales de crédito, de salud, cooperativas artesanales y agrícolas entre otras. Todas las políticas como ayudas sociales o subsidios deberían destinarse directamente a las jefas de hogar. Los programas de capacitación y sensibilización en género, prevención de violencias y nuevas masculinidades, se deben enfocar tanto a mujeres como a hombres por igual; los indicadores evidencian que la mayoría de quienes se capacitan siguen siendo mujeres.

¿Piensas que hay cosas que se podrían hacer y que no se están haciendo para conseguir la tan anhelada igualdad real?

Más que hacer, considero que habría que enfocarse en ese punto neurálgico del que hablé antes: el “sistema patriarcal” (me refiero a sus propias dinámicas y formas de ejercer el poder), actuar más allá de los Estados que funcionan de izquierdas a derechas bajo la lógica capitalista patriarcal.

Deberíamos plantearnos el actuar fuera de esa órbita, dentro de lo posible, y me refiero a que las mujeres tenemos un rol fundamental en producir los cambios, porque somos las afectadas desde siempre de manera directa y debemos ser las encargadas de comenzar a actuar desde donde nos toque, en cualquier ámbito y sector.

Por ejemplo, apoyando a los movimientos de mujeres independientes organizadas fuera de las estructuras gubernamentales, tanto nacionales como locales, ya que éstos son limitantes por su fundamento y origen: el patriarcado.

Trabajar en la deconstrucción de valores y normas sumamente arraigadas, planteando un nuevo modelo o paradigma de sociedad que se base en un sistema cooperativo, con el objetivo de cambiar la forma en que se ejerce el poder, fomentando la colaboración y cogestión entre los géneros.

Implementar un modelo económico solidario que valore a las personas, la diversidad y las iniciativas locales, donde los beneficios se reinviertan, la gestión de las empresas sea democrática y se trabaje para vivir respetando el ambiente.

Si queremos lograrlo, es fundamental deconstruir las lógicas del modelo imperante y empezar a desarrollar esquemas de sociabilidad diferentes, constituir modelos alternativos que apunten a un buen vivir, en armonía entre los seres humanos y la naturaleza.

El patriarcado, funcional al capital –o viceversa– toma cada tanto algunas de nuestras demandas, las incorpora y luego las muestra como bandera. De esta forma el sistema se ha venido manteniendo y retroalimentando de nuestras propias luchas, por lo tanto, estamos obligadas a salir de la lógica del sistema patriarcal y eso se logra de una sola manera: no cayendo en ella.

Andrea Idilia González "En nuestras propias palabras"
Andrea Idilia González «En nuestras propias palabras»

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