¿Quién es María Ferraz Dobarro y cómo nace tu participación en la obra: “En nuestras propias palabras”?
Soy una mujer feminista que ha militado en este movimiento durante décadas y ahora estoy en una etapa más centrada en impregnar de feminismo a mi profesión y a la docencia. Soy trabajadora social y, además, profesora asociada en la Universidad de La Laguna por lo que en la actualidad estoy un tanto retirada del activismo, no así del feminismo. Mi participación esta obra surge gracias a la propuesta de mi editora, Mónica Di Nubila, a quien conozco por mi implicación en redes sociales. A raíz de mis publicaciones en redes, Mónica me planteó la posibilidad de participar en el libro; inicialmente dudé si embarcarme en un proyecto con alguien a quien sólo conocía virtualmente, pero visto el producto final, ha resultado ser una experiencia muy enriquecedora, ya que el compartir espacio literario con mujeres tan interesantes y relatando temas tan diferentes creo que nos aporta mucho, no sólo como autoras del libro sino también como lectoras del mismo.
Tu aportación al libro se titula: “Una mirada violeta al espacio que habitamos”, el cual nos parece uno de los más interesantes del libro, dado que plantea una problemática de la que no se habla tanto. ¿Por qué este tema? ¿Qué te motivó a abordarlo?
En los años 90 tuve la oportunidad de participar en el comité organizador de unas jornadas formativas sobre “Género y urbanismo”; realmente era un tema que desconocía hasta aquel momento y que me abrió muchos interrogantes y ganas de seguir profundizando, así que continué aprendiendo y procuré incorporar una mirada social y feminista al análisis del espacio que habitamos. Si aplicamos una mirada violeta al espacio urbano descubrimos que las ciudades no están adaptadas y accesibles para la diversidad de personas que la habitan (en sillas de ruedas, con cochecitos de bebé o carritos de la compra,…), también la distribución del espacio, la iluminación, el tiempo de traslados entre recursos vitales,… influyen en la calidad de vida, y, especialmente las mujeres, nos vemos más afectadas por una concepción androcéntrica del urbanismo.
En tu artículo señalas que muchas mujeres, con el coronavirus, han vivido situaciones muy complicadas durante el confinamiento al verse encerradas con maltratadores. ¿Por qué casi no se ha hablado de esto en televisión?
Bueno, al menos en Canarias, sí se hicieron campañas y llamadas de atención a las mujeres para que si vivían situaciones de violencia lo comunicaran a través de los teléfonos de atención especializada (016 o 112) o a través de recursos comunitarios como farmacias (que eran de los pocos sitios a los que se podía acudir durante el confinamiento). Es que es obvio, si el peor enemigo de muchas mujeres es su pareja, está claro que, si te encierran con tu maltratador, el riesgo se incrementa y la situaciones de terror, ansiedad y violencia se multiplican. Igual no se habló tanto porque se presupuso esa obviedad, pero sí me consta que los servicios especializados de atención a mujeres supervivientes de violencia realizaron un seguimiento exhaustivo a las mujeres durante la pandemia. Claro, que se puede realizar seguimiento de quienes están identificadas por haber sufrido violencia, pero hay miles de mujeres que siguen sufriendo violencia y no han iniciado ningún contacto con los sistemas de protección; esas son las que corrieron mayor riesgo al permanecer encerradas con sus agresores.
Otro aspecto del que hablas es relativo a las zonas rurales. ¿Puedes explicar cómo la falta de acceso a vehículos propios y la dependencia de terceros contribuye al machismo en dichas zonas?
No se trata de que esto contribuya al machismo, el machismo ya existe, con vehículos o sin vehículos, lo que ocurre en las zonas sin transporte público adecuado es que si las mujeres ejercen un rol tradicional sexista de ocuparse de lo doméstico y el hombre se atribuye el uso del vehículo familiar (si lo hay), ellas invierten mucho más tiempo y gasto de energía en moverse para cumplir con esos roles de cuidado. Y la falta de tiempo propio pasa factura emocionalmente y en la calidad de vida, y en eso se ven más perjudicadas las mujeres porque los trabajos de intendencia doméstica y cuidados nunca acaban mientras que el horario laboral suele ser limitado.
También hablas de unas claves para unos espacios más feministas. ¿Qué puedes decirnos sobre esto?
Pues esas claves parten de saber mirar y tomar conciencia sobre cómo habitamos el espacio y cómo nos impacta en nuestra vida, desde nuestra propia vivienda (¿tenemos un espacio propio las mujeres?, como diría Virginia Woolf), pasando por esa movilidad ágil para no dejarnos media vida en traslados, o la seguridad, con la iluminación adecuada de espacios potencialmente inseguros. Para que las ciudades se conviertan en espacios habitables y sostenibles, con infraestructuras ajustadas a la diversidad de personas, es fundamental que las mujeres participen en las políticas urbanísticas y que se cuente con arquitectas feministas. Hay experiencias muy interesantes, y no es algo tan novedoso; desde 1999, en España se publicó “Las mujeres y la ciudad: Libro blanco para una concepción del entorno habitado desde el punto de vista del género”, cuya autoría estaba en manos de mujeres arquitectas y de otras disciplinas, como Anna Bofill Levi o Isabel Segura Soriano. Así que no podemos decir que no hay referentes para un diseño feminista del espacio urbano.
¿Piensas que el ecologismo y la sostenibilidad pueden contribuir al feminismo en las ciudades?
Pienso que más bien es al revés, que el feminismo puede impregnar el ecologismo y la sostenibilidad. De hecho, hay una corriente dentro del feminismo, el ecofeminismo, que va en la línea de contribuir a la construcción de un mundo más humano y sostenible, donde la igualdad y el respeto y cuidado a todos los seres vivos y al planeta se ponga en el centro.
¿Crees que hoy en día podemos hablar de una igualdad casi real? ¿O piensas que aún nos falta mucho por alcanzar?
Creo que nos enfrentamos a muchos retos y riesgos de retrocesos. Hoy vivimos momentos muy complejos en lo referente a la igualdad; mientras en contextos occidentales la igualdad formal / legal está afianzada en los marcos jurídicos, la igualdad real está puesta en cuestión y asistimos a pérdidas de derechos importantes (ej. el derecho al aborto en Estados Unidos). Pero si hablamos de las mujeres en otros contextos, no hay que recordar sino la situación de las mujeres en Afganistán o Irán, los feminicidios, la ablación del clítoris en varios países,… Mientras una sola mujer en el mundo siga violentada sexual, física, psicológica o económicamente, el feminismo seguirá siendo necesario y todavía nos quedará mucho por lograr. Hace años, Naciones Unidas estimó en cuatro siglos el tiempo necesario para lograr la plena igualdad de derechos, oportunidades y trato entre mujeres y hombres, es evidente que nosotras no lo veremos, pero tenemos que seguir luchando por nuestras hijas, nietas, sobrinas… Porque urge dejar un mundo mejor a las futuras generaciones, un mundo en el que las mujeres vivan vidas libres de violencias.